Salgo a la calle obligado por el
qué dirán,(porque salir por salir no merece la pena, o salir para pasear o
correr, menos; como decían los indios:¿ por qué corren ustedes en la ciudad,
los persigue alguien”?. Para mí salir también tiene un objetivo: hacer una
tarea) porque yo fui educado “en el aguantar las situaciones que el devenir nos
pudiera deparar”; a pesar de todo salgo y observo a los que también han salido,
preguntándome “de donde han salido?” Gente extraña y rara me voy cruzando sin
distinguir de quién se trata. Todos llevamos bozal. Es raro ver a la gente con
bozal que cubre lo más llamativo del ser humano: su rostro. Llego a pensar que
se podría definir el ser humano por un ser con rostro, cara, faz. Quita el
antifaz. Lo demás son tentáculos que se balancean, al son del movimiento, dando
una ligera impresión, ahora más que nunca, de inestabilidad.¡Cómo nos ha
envejecido el tiempo de reclusión! A otros, el/la covid los ha trasladado a
cruzar la laguna Estigia, todavía sin documentos que lo acrediten.
Me llama la atención la desconfianza que se percibe en el modo de
adelantarnos, en el instante de pasar uno al lado del otro, o al acercarnos como si huyéramos de alguien que
lleva la peste. Parece como si sintiéramos una liberación por haber dejado
atrás el virus que el otro porta. El otro es el mal. Ya sabes: el hombre es un
lobo para el hombre,..sandeces semejantes las han dicho muchos filósofos. Pero
nunca ha parecido tan real, sino por qué en esta situación se sirven de la
inocencia, representada por los niños; de la compasión o alegría representada en los
mayores o en los enfermos que superan al virus, lo vemos todos los días
machaconamente en la televisión; frente a la tragedia, desolación o tristeza que nadie quiere ver, a
no ser, si esa tragedia es de Estados Unidos, nadie la saca por televisión: cantidad de
féretros amontonados en nuestros hospitales que nos han ocultado, y siguen
poniendo “resistiré” u otras nimiedades por el estilo: "querida abuela, te
queremos mucho”, cosas así.
Ahora cuando nos vemos en la
calle no nos reconocemos. Cada uno desconfiamos del otro, de que podemos portar el virus, cada uno actuamos
como si fuéramos responsable de esta situación, con vergüenza, con hipocresía,
con miedo…y nos cargamos injustamente con la culpa: todos somos responsables, luego nadie es
responsable. Esta es la verdadera desgracia: que queden libres los responsables.
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