He comentado que dedicamos un día casi para ver este Museo. Íbamos con las entradas, luego el tiempo de espera fue innecesario. Tampoco la vista exterior del Museo tiene nada que merezca resaltar.
El Museo estaba casi completo,había mucho público en un día que comenzó a llover y se agradecía ver y reposar. Me asombra la facilidad con que te dejan fotografiar cualquier cuadro, y no como sucede en el Museo del Prado de Madrid, donde prohiben todo.
No pudimos ver por la mañana sino la exposición permanente y las salas principales, algunos de los cuadros más emblemáticos del arte contemporáneo. En algunos, los más conocidos, era casi imposible hacer la foto porque la multitud se agolpaba con sus móviles retratándose con el mismo cuadro. ¡Es desesperante!
Agostados, decidimos acercarnos al bar, cafetería o lo que fuera para reponer fuerzas. Por cierto, dejan mucho que desear la ridícula cafetería en una especie de terraza que, al estar lloviendo, no había quien aguantara por el frío, pero hay gente para todo!. Dentro de las paredes del museo otro chiringuito regentado por hispanas, nos aconsejaron y a la vez nos timaron -bueno creo que era la propina obligatoria. Comer, lo que se dice comer, no, mejor matar el hambre y descansar porque todavía nos quedaba museo para rato.
Leer más...