Era el tiempo de los fríos y
cambios de temperatura; era el tiempo del abrigo y de los resfriados, mientras
las redes sociales seguían en otros asuntos: reuniones sociales, fiesta de la
mujer, partidos futbolísticos, encuentros juveniles, conciertos de juventud,
etc…Y, de pronto, se escapó una imagen en los telediarios: en el oriente, un
país comunista, de mando único, llamado China, enormemente poblado, estaba
constipado. Estaba tan constipado que las personas resfriadas no cabían en los
hospitales, y como son tantos, El mando Único decidió ponerse a construir más
hospitales para dar cabida a aquella muchedumbre enferma. Un solar enorme se
convirtió en un conglomerado de grúas y personas que trabajaban denodadamente,
día y noche,.¿Se habrán vuelto locos los chinos? El número de enfermos no era
tan numeroso, casi ridículo para aquella barahúnda de trabajadores. Aparecieron
imágenes de mercados grasientos con toda clase de animales muertos que ahora se
cerraban. Se habló de contagio. ¿Contagio de qué? ¿de animales a humanos? El
mutismo era evidente. Ya la sospecha se hizo realidad: no se trataba de un
resfriado, sino de un virus con corona. Mientras tanto, los países lejanos
estaban en fiesta. Embriagados no atendieron a estas imágenes. Nadie se preocupó
de nada. Posiblemente alguien habló y se le ignoró. Mejor seguir con las
fiestas. Era otro tiempo, en la lejanía. Se huyó de ser hormiga, y se prefirió
seguir cantando. Todas las televisiones seguían el mismo canto al son de las
subvenciones de sus dirigentes. Aparecieron charlatanes que callaban a las
hormigas. ¿Cómo no celebrar la primavera, la manifestación, el fútbol, el
concierto…? Pero de la noche a la mañana lo lejano se convirtió en cercano. Nadie
sabía: se ignoraba los primeros síntomas de fiebre, las caras coloradas, el
dolor de cabeza, los estornudos de la primavera..Pero ya estaba aquí, y la
cigarra seguía cantando. “Es mejor morir cantando que vivir oprimido” Había
venido en avión, raudo, veloz. Había venido por los que no querían fiesta.
Tan lejos y tan cerca. Los que tenían poder miraban para otro lado. Decían que
era una simple gripe primaveral. Ya no recordaban las grúas chinas, y eso que
se llaman comunistas. Nadie quería recordarlas, ni siquiera las televisiones y
sus charlatanes. Empezaron a decir: nadie lo esperaba. ¿Serás tonto? Lo vimos
por tu televisión que decía lo contrario y ahora nos dices nadie lo esperaba. Y de pronto nos pilló el toro –y eso que quieren
quitar las corridas de toros!- Hoy somos el país de oriente en grado sumo. Construimos
a toda teja hospitales porque ya los enfermos no tienen cabida en los que
existen –y mira que se habían hecho hospitales en los últimos años, se dijo: burbuja
de hospitales- Y los muertos suben y suben. Y los del mando y las televisiones
ya no recuerdan. Están mudas, acríticas. Las calles, vacías; las ciudades, vacías;
los pueblos, sin gente porque mueren…Es
el tiempo de los muertos, como dice el Eclesiastés: Hay un tiempo para nacer/y
un tiempo para morir”.
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