Anclamos en el puerto para ir a la lonja a observar la venta de pescado. Todo se hace de manera electrónica. Cajas y cajas de pescado. Una manera rápida y sin pérdida de tiempo.
Me gusta ese olor, a pescado y sardina fresca. Salimos del sorteo y recorremos un paseo por el puerto, viendo los grandes cargueros de yeso y cerámica, que es lo que exportan. Hay una señora sentada, como aburrida en un banco del puerto. Me acerco y le pregunto:
- Es usted de aquí?
-No.(No lo esperaba y me vino a la mente aquella imagen de la Biblia cuando Jesús se acerca al pozo donde una samaritana está sacando agua. Esta mujer se me pareció a la Samaritana.
-Estoy con mi marido, aquel señor que viene de frente...,pero venimos de Madrid.
Vaya coincidencia. Más todavía: el señor era de Béjar (Salamanca). ¿Qué casualidad! Charlamos mucho rato, de forma que yo creí que no íbamos a tener tiempo de ver el pueblo y eso que ellos ya nos habían indicado que no tenía nada que ver. Yo los veía aburridos e imagino que esperaban que les dijésemos vamos a tomar algo. Pero mi curiosidad por saber si el pueblo tiene algo interesante o no, hizo que me inventase una excusa .Así que cada uno marchamos por un lado distinto. Por cierto, a la pareja no la volvimos a encontrar otro día , y no quedamos con ellos porque vivían en un pueblo de Madrid, no en la misma ciudad.
En el fondo creo que hicimos mal abandonar su compañía, porque el pueblo como he dicho no tiene más que dos calles turísticas, que tienen que ver lo mismo. Bueno, nos dio pie a tomarnos unas gambitas rojas, únicas de la zona.
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