Quien no estuviere en presencia
no tenga fe en confianza,
pues son olvido y mudanza
las condiciones de ausencia-(Jorge Manrique, Canciones)
Reluciente mañana, con el sol elevándose hasta Suso. Es la segunda vez que me presento en el Monasterio de Suso. Escalamos entre los robles por la montaña, observando la huella del regato que baja la ladera . El paisaje nutre nuestras ansias de esperar, de no ir deprisa, de saborear la fragancia de la naturaleza. He quedado con el señor de la bodega del Monasterio para comprarle unas botellas de vino, elaborado a mano, y me preocupa que esta distracción, me haga incumplir la promesa. Ya sé qué me voy a encontrar. Todavía tengo la sensación de humedad y de historia que percibí la primera vez que estuve en este Monasterio de Suso. Aquí meditó Berceo. Aquí se enterró a San Millán. Aquí pedí, bajo el sepulcro, salud al santo. También lo hicieron muchos otros, agobiados por la mala respiración. Aquí están las tumbas de los siete infantes de Lara
A cazar va don Rodrigo
y aun don Rodrigo de Lara
con la gran siesta que hace,
arrimándose ha a un haya,
maldiciendo a Mudarrillo,
hijo de la renegada,
que si a las manos le hubiese,
que le sacaría el alma.
El señor estando en esto,
Mudarrillo que asomaba:
- Dios te salve, caballero,
debajo la verde haya.
- Así haga a ti, escudero,
buena sea tu llegada.
- Dígasme tú el caballero
¿cómo era la tu gracia?"
Aquí saboreo estos versos sin prisa ni agobios. Me fijo en los sepulcros; observo, mientras nos explica la guía de turismo, los grafitis hechos en la pared de aquellos personajes medievales, aspecto que ya no recordaba; aquí están las tumbas de las reinas de Navarra; y dentro -me inclino como si fuera a dar con la cabeza en el techo- se me confunde la montaña con la construcción visigoda, mozárabe, renacentista... y pienso: aquí se escribieron las primeras palabras romances; aquí Gonzalo de Berceo 200 años después escribía y leía versos a los peregrinos...¡Son tantas las sensaciones!
Cuando salimos de este Monasterio que parece una cuadra de animales, el sol sigue reluciente, y la mañana nos da alegría en pleno invierno, ¿se puede pedir más? Lo siento por el monje de los vinos, pero no voy a llegar a recoger las botellas que había encargado, -gracias que no lo dejé pagado- porque con este día es imposible no volver caminando por donde hemos subido.
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