viernes, 8 de mayo de 2020

COVIDSALIDA


Salgo a la calle obligado por el qué dirán,(porque salir por salir no merece la pena, o salir para pasear o correr, menos; como decían los indios:¿ por qué corren ustedes en la ciudad, los persigue alguien”?. Para mí salir también tiene un objetivo: hacer una tarea) porque yo fui educado “en el aguantar las situaciones que el devenir nos pudiera deparar”; a pesar de todo salgo y observo a los que también han salido, preguntándome “de donde han salido?” Gente extraña y rara me voy cruzando sin distinguir de quién se trata. Todos llevamos bozal. Es raro ver a la gente con bozal que cubre lo más llamativo del ser humano: su rostro. Llego a pensar que se podría definir el ser humano por un ser con rostro, cara, faz. Quita el antifaz. Lo demás son tentáculos que se balancean, al son del movimiento, dando una ligera impresión, ahora más que nunca, de inestabilidad.¡Cómo nos ha envejecido el tiempo de reclusión! A otros, el/la covid los ha trasladado a cruzar la laguna Estigia, todavía sin documentos que lo acrediten.
   Me llama la atención la desconfianza que se percibe en el modo de adelantarnos, en el instante de pasar uno al lado del otro, o al  acercarnos como si huyéramos de alguien que lleva la peste. Parece como si sintiéramos una liberación por haber dejado atrás el virus que el otro porta. El otro es el mal. Ya sabes: el hombre es un lobo para el hombre,..sandeces semejantes las han dicho muchos filósofos. Pero nunca ha parecido tan real, sino por qué en esta situación se sirven de la inocencia, representada por los niños; de la compasión o alegría representada en los mayores o en los enfermos que superan al virus, lo vemos todos los días machaconamente en la televisión; frente a la tragedia, desolación o tristeza que nadie quiere ver, a no ser, si esa tragedia es de Estados Unidos, nadie la saca por televisión: cantidad de féretros amontonados en nuestros hospitales que nos han ocultado, y siguen poniendo “resistiré” u otras nimiedades por el estilo: "querida abuela, te queremos mucho”, cosas así.
Ahora cuando nos vemos en la calle no nos reconocemos. Cada uno desconfiamos del otro, de que podemos portar el virus, cada uno actuamos como si fuéramos responsable de esta situación, con vergüenza, con hipocresía, con miedo…y nos cargamos injustamente con la culpa: todos somos responsables, luego nadie es responsable. Esta es la verdadera desgracia: que queden libres los responsables.           

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