Esta tarde de abril, en parte
soleada, me asomo a la ventana para aplaudir por los sanitarios. No es mi
estilo: nada de emociones, prefiero hechos. Percibo en el viento de la tarde un
olor raro, de epidemia. Será mi sensación. No hay que dejarse llevar por los
síntomas, pero sí hay que ser eficaz. Lo de salir a las ventanas se está
convirtiendo en un desahogo personal con los vecinos. Otros, corren en la casa.
Alguien se subirá por las paredes. El sol de la tarde me ilumina, y lo noto
tristón. Ese amarillo que proyecta quema mal, como el carburador de los coches,
como las pestes en los lugares contaminados, como todo ser viviente muerto con
el paso del tiempo. El virus sigue circulando. Tan pronto, no quiero morir. Compadezco
a los sanitarios que los han mandado al matadero.¿Esta es la sanidad avanzada
que tenemos? ¿Este es el periodismo crítico que investiga las muertes que se
están produciendo?¿Qué está más corrompido en este país? Otros hablan de
colapso en sentido amplio, para decir que cuando todo esto pase, la vuelta será
mejor. Yo no lo creo. Imposible. Ninguna persona se hace mejor de la noche a la
mañana. Se oye decir: con nosotros nadie se quedará atrás. Pero son incapaces
de rebajarse el sueldo de lo que no trabajan.¿Cómo hemos de creer en promesas
vacías? Si fuera como dicen, se hubieran bajado el sueldo un 10 por ciento,
como se está haciendo con muchos trabajadores. No dan ejemplo.
El sol de la tarde entristecido se
oculta tras unas nubes negras. No nos depara nada nuevo. El canto repetitivo
del ruiseñor resulta demasiado desolador. Estamos en tiempo de luto, de
crespones, de lloros y desconsuelos de familiares que no pueden enterrar a sus
seres queridos. Esto sí que es un colapso…. de féretros.
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