Navarra tiene muchos monasterios. Todos son dignos de visitar. Merecen la pena. Una de las cosas que llama la atención de cualquier monasterio, es su situación. Se localizan, la mayoría en zonas de aislamiento, entre montañas generalmente, o bastante apartados de la civilización. Así sucede con este de Iranzu: sólo las vacas y ovejas le acompañan - y nunca mejor dicho- en un sitio idílico, rodeado de un frondoso bosque entre montañas. La soledad es palmaria. Además con tan pocos monjes (Teatinos), da la impresión de estar abandonado, aunque esté restaurado.
Llegamos temprano para hacer una visita guiada, pero el monje que tenía que explicarnosla, gran conocedor del monasterio, no estaba y tardó en llegar. Ya las vacas se habían echado a descansar y las ovejas se habían arremolinado. El viento de la montaña azuzaba los rostros. No hay cafetería, aunque sí una tienda donde los monjes venden algunas bebidas y recuerdos: allí vi una excelente explicación escrita de cómo elaborar el pacharán de endrina. El próximo año lo haré.
Es un monasterio que está cerca de Estella, de origen cisterciense, que se empezó a construir en el siglo XII pero con muchos elementos posteriores, góticos, ya que tardó bastante en estar terminado. Muy grande: Claustro, Sala Capitular, Locutorio , Cocina única (gigantesca chimenea, que a pesasr de todo, les entraría el frío por la espalda), Sala de castigos, etc.
El Claustro bellísimo, y gran parte destruida, cuyas lápidas dan idea de la importancia del mismo..
Después de una explicación bastante convincente -lo cual ya hoy es raro- salimos de nuevo a respirar el aire puro de la pradera: las hojas caídas, las vacas unas en paz reposando, otras haciendo por la vida, en el silencio del valle que todo lo envuelve en un misterio vago e impreciso comosi hubieras pasado media vida en este valle. Compruébalo sino.
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