Entré a este Museo de Aínsa, se puede decir de noche. Cuando el enemigo, cansado de esperar a la luz del día que siempre es visto, comienza a prepararse para el asalto-Ya tiene próxima la Maquinaria incendiaria y la Máquina para rebasar fosos; un grupo de hombre colocará, al dar la orden, la Grua de asalto y el Puente levadizo si hicera falta para pasar el foso. Otro grupo llevará la Escala y los Cometas incendiarios...En poco rato, el ruido se oirá en toda la zona y el fuego iluminará la noche oscura como si fuera un incendio.
Temo salir de esta exposición porque presiento que algo me va a pasar, como así fue: un tropezón y caí al suelo.Mientras me levantaba me vino a la mente aquellos refranes populares relacionados con la guerra: Las armas las carga el diablo ,y, las armas y las heridas deben llevarse a escondidas . A nadie se lo dije y salí huyendo.
----------------------------------SEGUNDA REDACCIÓN------------
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Ainsa
es un pueblecito de Huesca, con una
estructura de calles y edificios que conservan la antigüedad medieval. Aunque
el tiempo haya cambiado;el pueblo, no. A
las autoridades del mismo se les ha ocurrido una idea turística: hacer un museo
con maquinaria de época medieval, pero diseñándola en pequeño para ser expuesta
en el interior de un edificio que sirve de museo.
Después
de visitar el pueblo, decidí entrar al museo, se puede decir anochecido. Cuando
el enemigo cansado de esperar la batalla a la luz del día que siempre es visto,
se pone manos a la obra para intentar el asalto. Ya tiene próxima la maquinaria
incendiaria y la máquina para rebasar los fosos.Un grupo de soldados colocará,
al dar la orden, la grúa de asalto y el
puente levadizo, si hiciera falta para adentrarse en el Castillo, superando el
foso. Otros soldados irán con la escala y los cometas incendiarios, y así cada
uno tendrá una misión que cumplir. En poco rato, el ruido será ensordecedor y
se escuchará en toda la zona, y el fuego, como si fuera un incendio, iluminará
la oscura noche dejándola como si fuera de día. Se verán los ojos, no se sabe de qué
color, se oirán voces trituradas, se chocarán cuerpos empapados en sangre. Es
lo que llaman “el arte de la guerra”.
Todo
esto pasa por mi mente al contemplar la exposición y temo salir a la oscuridad
porque presiento que algo me va a suceder, como así fue. Como si hubiera sido
un disparo, nada más salir, tropecé con un artilugio que por su tamaño no cabía
en el edificio donde se encontraban los demás, las máquinas inventadas para
hacer daño, y caí al suelo todo lo largo que era.”¡Muerto!” gritaron dos jóvenes que analizaban, antes de entrar, otro
objeto o máquina que también estaba fuera de la exposición.”No, vivo!” dije yo,
pero ni siquiera tuvieron intención de acudir en ayuda. Así que mientras me
levantaba recordé aquellos refranes populares que dicen:”Las armas las carga el
diablo”y “Las armas y las heridas deben llevarse a escondidas”, pero yo había
sido descubierto, el enemigo descubierto que no tiene más solución que
enfrentarse o dejarse batir.Y aunque me enfrenté a responder a los jóvenes como
si nada hubiera pasado, el dolor de la herida iba conmigo.
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