Fuerteventura: nadie explica tu nombre,-excepto Unamuno-
sólo insisten en tus años, en tu extensión, en tus pueblos , pequeños y
blancos, volcánicos.
Digamos algunos: Tiscamanita extendido en una llanura de aloe
vera “barbarensis milens” desde el siglo XVIII;
a la izquierda, Pájara, pueblecito con un casco clásico muy
reducido: iglesia con adornos indios, ayuntamiento, lotería que siempre toca,
rueda de molino y bar de refresco; siguiendo esa calzada llegamos a Vega de Río Palma, que nos conduce a
Betancuria, pero haciendo mercado
nos metemos a conocer el queso de la cabra majorera, en la finca de Pepe, con
ese sabor tradicional de mermeladas, quesos, aloes, ron,…productos típicos
canarios: degustamos los quesos y el ron con miel: todo muy bueno; saludamos a
las cabras, decimos “hola” a los cabritos y espantamos a los grajos, unos
sinvenguenzas; y coche y manta nos presentamos en Betancuria, capital histórica
de Canarias, con un bonito casco histórico, iglesia y vistas, y una calle muy
animada con tiendas y bares donde refrescarse; Betancuria de Bethencourt?, el
conquistador, nos dice la guía, o “los conquistadores”, teme decir, “los
castellanos conquistadores” (S.XV); abandonamos el pueblo a mediodía, para ir
en busca de los dos aborígenes, escultura de
dos altos y buenos mozos, -se dice que procedían de los bereberes- y
subimos al Morro Velosa,-diseño de Manrique- un alto con unas vistas inmejorables: se observa una
llanura bastante pelada de hierbas, rodeada por montañas de cráteres con un
cierto color ocre, caliza, a veces a
gris. Volcánico, todo es volcánico. En una próxima aldea, Tetir, de
donde es la Guía, comemos una comida muy castellana, pero bien cocinada, lo
cual es de agradecer. Tetir nos deja carretera
a La Oliva, que, como en toda excursión, pasado el mediodia, la
Guia y el conductor se muestran ansiosos por irse a su casa, para ver un
edifico –una vez dejadas atrás unas montañas volcánicas –en una parece
observarse la figura de D. Miguel de Unamuno; y en la otra llamada Tindaya,que
quiso agujerear el escultor vasco Chillida a quien se pagó doscientos millones
por hacer el proyecto más otros quinientos para llevarlo a cabo, desaparecidos
y no realizado- por aquí célebre porque
en su historia participan los tres estamentos: Iglesia, Cabildo y Militares: la
casa de los coroneles, con 365 ventanas por días del año, vacía y llena de
habitaciones que en su día tuvieron su función, con la historia de los
marqueses que la ocuparon; y ¡como no! No podían faltar las dunas de Corralejo
,”parque natural” , donde uno puede perderse, a partir de las ocho de la tarde,
haciendo fotos al colorido de la brillante arena y a la vegetación que en ella surge. Cerca está
el mar, azul, verde, profundo por si te apeteciera darte un baño. Tardes de
Fuerteventura con el sonido constante del viento que apacigua a un mar profundo
y que silencia el profundo ruido de los
cráteres montañosos.
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