miércoles, 1 de febrero de 2012

VALLE-INCLÁN


VALLE, A LA CÁRCEL Y CECEANTE, según Ramón Gómez de la Serna, en Retratos...
"Valle se encaró con el nuevo poder y tantas cosas hizo que después de aludirle el dictador en una de las notas oficiosas llamándole «eximio escritor y extravagante ciudadano», se dio la orden de detenerle.
Muy de mañana apareció la policía en su casa.
Don Ramón, que casi se acababa de acostar, comenzó a gritar desde la cama:
—¡Que se vayan! Estas no son horas de detener a nadie...
Los agentes insistieron y entonces don Ramón les gritó:
—Necezito que me traigan un mandamiento judicial, y además yo me levanto más tarde.
Los agentes fueron a pedir nuevas órdenes y el mandamiento apetecido, volviendo al poco rato con el papel sellado y con la orden de levantarle, vestirle y llevársele. (Así se llevaron casi en camisa a Lope y también sin dejarle buscar la capa a don Francisco de Quevedo.)
Don Ramón leyó el papel y oyó las órdenes del ministro.
—Bien: por de pronto, yo no me muevo de la cama... pueden uztedez venir cuando me levante, y agreguen a ese tiempo laz doz horaz de sueño que me han quitado.
Los policías aguardaron un largo rato y por fin entraron en la alcoba dispuestos a todo.
—Bueno... Víztanme... Ya lo ha dicho su jefe.
Los policías comenzaron a ponerle los calcetines, pero Valle, impaciente, exclamó:
—Bazta, bazta... Zeguiré viztiéndome yo... Como acto de fuerza ya está bien.
(..)
Pronto estuvo vestido, hizo un paquete con libros y muchas cuartillas, «para escribir el Quijote en la cárcel», y salió para el juzgado.
Allí el juez le preguntó formulariamente:
—¿Cómo se llama usted?
—¡Que cómo me llamo yo! —gritó don Ramón...— ¡Habráse visto insolencia parecida...! E l que no sabe cómo se llama usted soy yo.
Entonces el juez, irritado, no le perdonó ninguna de las preguntas rituales:
—¿Su profesión?
—Escritor. ¿No lo sabía usted?
—¿Sabe leer y escribir?
—No.
—Me extraña la respuesta —dijo el juez con sorna.
—Pues más me extraña a mí la pregunta... Y ya no voy a responder más... Mande llamar a sus esbirros y que me den tormento.
El juez sonrió y acortó el acta mandándole a la cárcel, donde estuvo don Ramón muy pocos días".

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