domingo, 28 de febrero de 2021

Cuento

En esta tarde sin cultura, él reflexiona sobre la cultura. Ha viajado en el autobús 20 hasta el Museo del Prado, El prado, el regato, el valle, la hierba alta de la primavera, el agua corriendo, los pájaros enamorándose. Un edificio así, tal vez, no debiera existir.

De vuelta, al bajar del 20, el protagonista se cruza con dos pollitos veinteañeros, como si fueran pareja, caminando al unísono, con sus móviles, sus vaqueros y sus deportivas: ella: negras; él: rojas. Con los pies, sudorosos. También un par de jubilados. ¿No debieran, los jóvenes,- bueno los jubilados también -, estar subrayando el libro de Historia? No.

Se cruza, antes de llegar a casa, con parejas semejantes, en la forma descrita antes, de jóvenes, y también de jubilados, que se han vuelto jóvenes. Hace algo de fresco, pero ya resuena el cántico de los pájaros que anuncia la primavera.     

¿Por qué tardaron tanto en llegar? ¿Por qué tardó tanto en extenderse esta fiebre  de ser y parecer todos iguales? Si desde el principio de los tiempos hubieran existido (teléfonos móviles, deportivas y vaqueros o chandal), no tendríamos hoy libros de historia: ni sabríamos quién fue Alejandro Magno, Cleopatra, o Julio César..! Fíjate de la que nos hubiéramos librado de dictadores tales como Hitler, Mao, Stalin,…sigue. Con las Redes Sociales se hubieran distraído, en lugar de andar guerreando y tirando bombas, de tal manera que ya Mao y otros no las hubieran prohibido. Entonces la Biblia no hubiera hablado de Caín, que es el dinero.

¿Para qué los jóvenes van a meterse en casa a estudiar historia? Vamos a la calle, amigo que nos espera la vida!

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