martes, 6 de octubre de 2020

Palinurus elephas


 Palinurus elephas, langosta acoquinando al endrino, en un revuelo nocturno que nadie conoce. Se escora a la altura, al lado donde el ser de oxígeno desprende un suave olor que cicatriza los estómagos. Otra vez dando vueltas a la espiral, de manera silenciosa, como una nube que huye sin querer hacer daño. La retama, al lado, cobijando ambos elementos sin necesidad de ser mordida, es decir, invadida ni siquiera en un humilde retoque nocturno. Visiones tiene el campo, también puertas. Cada uno vive a su manera, es la ley de la vida. Vivir mientras los ojos señalan el sitio donde se encuentra nuestro deseo, la sed que es más poderosa que el sueño.  
La antena se cayó un día de vendaval, hacia las cinco de la tarde, que es cuando se forman las tormentas
al tiempo que empieza el espectáculo taurino. Ese ser, mal llamado, inanimado e inofensivo parecía querer luchar constantemente. Tantos tentáculos, me recordaba los diversos tipos de saltamontes o de langostas, que este año ha sido enorme. Varias veces lo miré y varias veces desistí: otro objeto que no sirve para nada. No podía consentir  semejante desprecio. Darle vida un tiempo corto era lo menos que podía esperar de mí, y lo he cumplido. 

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