Llega el melancólico otoño lleno de virus. Pero la culpa la tienen los individuos,-dicen la sociedad, aunque la verdadera pandemia es el periodismo y las televisiones, que tienen un único color, el color de la subvención. Da igual lo que mires, da igual lo que escuches, siempre se repite lo mismo. ¿Te has fijado en los telediarios cómo gritan nada más comenzar el mismo los locutores? Ellos más que ellas. Son voces repelentes. ¿Por qué no se escuchan? Una voz bonita llega al corazón; pero esos locutores gritan, yo diría que chillan, A algunos ya se lo deben haber dicho: "no chilles tanto"; lee lo que tienes escrito de manera más delicada" ¿Por qué no los cambian? Cualquier chico de bachillerato lo haría exactamente igual. A mediodía se dice lo mismo que por la noche.¡ Qué gente, con lo que cobra, y no se prepara! ¡Y todos dicen los mismo y de la misma manera! Esta gente nos crea más pandemia, y más que estamos en otoño!
Me dedico a mirar la luna por las noches, un cielo estrellado que alumbra más que una bombilla. Pienso en la escarcha y los hielos de la niñez, y también en este momento que es bonito para comer cabrito y rabo de cordero. Viva. Pero la luna tiene su encanto. Quise representarla con los brazos abiertos, en una noche de amor, gris, con lagos blancos, acuosos. Ahora ya todo parece está resuelto: allí no hay pandemia y sí una noche fría que cura la muerte. La luna inanimada del cementerio de Arenys de Mar.
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