En el fondo, tres planos. En la concepción, uno. ¡Qué poco tiempo le dedicamos a las cosas bellas! Se decía una imagen vale más que mil palabras. Pero a mí siempre me enamoraron dos cosas: las imágenes y las palabras.
El blanco y azul de las nubes no logró ser una tormenta. El sol quería salir, mientras las nubes parecían jugar a ocultarlo. Nubes de fuego, azuladas como un lago, como las lágrimas de una Magdalena. Se sitúan como un manto que cubre el espacio terrenal. Brochazos blancos en el primegenio azul. Es la capa final del pintor para acabar el cuadro.
En el fondo los árboles, verdes, y delante, las formas cónicas, blanquecinas, del granito que se prolongan con la fuente de aluminio . El humedal se prolonga en la exaltación, sin piedad, de las hierbas verdes y sus cañas blancas. Juventud y vejez a un mismo tiempo.
Y sin embargo, toda admiración no acaba de llenar.
Siempre hay un deseo más que colmar!
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