Según mi punto de vista –conforme a las lecturas realizadas- la creación de una novela surge de tres maneras:
a) la más fácil –pero a la vez la más interesante- parte de los hechos que han tenido lugar en la vida personal del escritor. El mérito reside en el enfoque personal que se adopta, el punto de vista del narrador, el contenido exprimido, los diferentes enfoques lingüísticos, etc.
b) la más difícil –y si estuviera bien pensada la más importante- es la historia inventada, imaginada,.. que puede partir de un hecho real, de una noticia, o de cualquier otra idea.
Y c) la última –para mi gusto la más pesada e insoportable- es el relato histórico: la del narrador que se hace pasar por un personaje histórico, o la del escritor que , basándose en la historia de ese personaje, nos da una visión ridícula del mismo.
“Los armarios vacíos” de Annie Ernaux, así como “Pura pasión” o “El acontecimiento” –las tres que hasta ahora he leído, se sitúan en el primer grupo descrito. Esta última es la que mejor valoro; se sitúa en ese campo personal, familiar de la evolución del ser humano y de una vida concreta que es la vida de cualquier persona de esa época. En España tenemos en este sentido a Antonio Muñoz Molina, “El jinete polaco”. Sólo que mientras Muñoz Molina retrata su juventud, su medio rural desde un punto de vista positivo –aunque sea crítico-, Ernaux, lo hace desde el resquemor, la culpa, la separación –buenos/malos; ricos/obreros…-¿Se entiende? ¿Qué culpa tenemos los que hemos nacido en ese medio y con esos medios? Me gusta del libro las sensaciones –para mí lo más importante- del joven que regresa de nuevo a su origen, que está quedándose viejo, desfasado con las mismas personas que lo habitan. Puedo decir que he tenido los mismos sentimientos. Este valor se repite, pero también el modo de trabajar, las costumbres, el trato, y el lenguaje –que es distinto en cada círculo en el que cada uno se mueve-Aquí reside su valor.
El otro –valor, está en la manera de contarlo. Dice la tapa trasera de la obra:”una escritura cruda, arrojada al papel brutalmente, desprovista de cualquier autocensura. Frases cerradas, tensas, como escritas por urgencia para no olvidar…”Mejor no se puede decir. Pero este rasgo lingüístico es lo que conduce al lector a no dejar de leer hasta su punto final.
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