Pasaba por allí, La Casa Encendida, y me dije: "voy a ver si hay alguna exposición". Efectivamente, había. No había leído nada sobre ella. Al no leer nada, lo que vi no lo entendí. Decido tomar un café en el mismo recinto. Sobre los ventanales de la cafetería dos jóvenes enfrascados con su pequeño ordenador en internet. Uno con barba incipiente, el otro con coleta sobre la cabeza. En su onda. Llega una chica y ocupa el otro ventanal. Lo mismo. Jóvenes drogados con las nuevas tecnologías . En su mundo.
Decido escuchar los dos videos, también por internet en el móvil, sobre la exposición que he visto y me percato que no he subido a la terraza, pero ya no subo.
He de decir que no me ha convencido. Esa relación convencional que se establece en la exposición sobre intentar representar la infección, la enfermedad y la salud, en tiempo de pandemia, deja mucho que desear. Puedes hacer teorías diciendo por qué a la "silla" la llamamos "silla", pero puede ser que ninguna sea adecuada. Lo mismo pasa en esta exposición. Que pretenda abrir nuevas formas de convivencia, no lo percaté: la relación entre Arte e Idea , al menos en esta exposición queda mal representada. Puedes decir que lo que ves representa la contaminación, el sufrimiento colectivo, los desafíos de identidad , el espacio de un nuevo enfoque de pandemia/salud,etc.me da igual. Las teorías de las pandemias son otras: "todos somos vulnerables" es un slogan que no me sirve, es más me repele, como ese de "nadie se quedará atrás".
Sólo estoy de acuerdo con el tema de la lingüista "zona de contacto" como relaciones de choque y asimetría de poder, mostrada en ese falo masculino tan dañino para las feministas, y que aquí representa bellamente una mujer.
Han llegado otras dos jovencitas a la cafetería: le sobran los pantalones por todas partes. Decido marcharme.
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