No es el árbol de los dioses del Olimpo:
ni aliso, ni cedro, ni laurel, ni pino,
ni siquiera la fuerte encina y el áspero membrillo,
ni la mitología lo trató, excepto Baco,
conocido como el dios del vino.
El árbol que por todos debiera ser bien recibido
por dentro sabor a mermelada, por fuera color de vino
no puede ser otro, sino el endrino.
Tronco no muy gordo, con algunos pinchos,
en las ramas espeso en hojas pequeñas,
de reluciente brillo, con frutas circulares,
no puede ser otro, sino el endrino.
Si es llegado agosto, fruto bendito,
algo ácido y agreste, natural paraíso;
en su cáscara el sabor amargo del vino
no puede ser otro sino el endrino.
Y a pesar de todo, pasa desapercibido
en el mercado de frutas, por ser pequeñas
y agrestes caen en olvido, si te digo
no puede ser otro sino el endrino.
Yo lo agradezco y ante los demás no opino,
para que no conozcan esta fruta
seguro del paraíso, sabor divino,
no puede ser otro, sino el endrino.
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