lunes, 4 de septiembre de 2017

Septiembre

Pasos de un peregrino son, errante,
Cuantos me dictó versos dulce Musa
En soledad confusa,
Perdidos unos, otros inspirados.

¡O tú que de venablos impedido
—Muros de abeto, almenas de diamante—,
Bates los montes que de nieve armados
Gigantes de cristal los teme el cielo,
Donde el cuerno, del eco repetido,
Fieras te expone, que — al teñido suelo,
Muertas, pidiendo términos disformes—
Espumoso coral le dan al Tormes!: Góngora
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Las ráfagas del día se concentran en el horizonte, y el humo señala el fin de un viaje. Siempre fue el día y detrás, la noche, la mañana y la tarde, los meses y los años. El brillo no es otro que la estrella radiante que echa espuma en llamaradas .La aurora  abre las puertas del infierno con «sonrosados dedos"​ para que Helios pueda conducir su carro por el cielo cada día. A la vista se esconde motores terrestres empujados por el impulso de la invención; es el salto del charco, donde el peregrino observa desde la otra punta. Más alla, la tarde muere, languidece de color y las tinieblas regresan jugando con los agujeros negros en otro mundo que nadie conoce ni conocerá.Y todo ¿para qué? 

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