jueves, 24 de julio de 2014

Oswiecim-Auschwitz



He tenido un paseo: Un tren, unas vías de tren cargadas de ganado humano…
Oswiecim-Auschwitz. ¡Ay, cuánto olor, cuánto residuo, cuánto zotal…!
Campo inmenso. Más que un pueblo-eliminaron del mapa a cinco pueblos-, más que una ciudad, ciudades de barracones con olor a muerte.
Sobre ellos, sobre el sufrimiento, a la entada los trigos, casi floridos, los verdes árboles, la apestosa tierra húmeda. Nadie escapa, nadie puede escapar.
De pronto, -todavía no he comenzado el recorrido- los veo esqueléticos, muertos hacinados en montones.
Un cartel: “El trabajo os hará libres”. Grises muros de ladrillo viejo. Llueve, no es para menos. Aquí siempre llueve. Llueve desde el cielo raticida, desde los huecos del barracón matadero cae raticida. Literas. Habitación del asesino. ¿Hay alguien que lo aguante? Desde las letrinas –en otro barracón- sin agua, llueve fango. Dicen que los que trabajaron sacando la mierda, tenían uno de los mejores trabajos. ¿Cómo serían los otros trabajos?
Un barracón, otro barracón de ladrillo rojo, otro, otro,…calles de barracones y faltan los que destruyeron porque los supervivientes, al acabar la guerra,  necesitaron usar sus maderas para calentarse, destruir las vergüenzas.
Ahora toca un barracón lleno, todavía lleno, lleno de zapatos, de cepillos de dientes, de ropa, de pantalones, de brochas de caballero, de maletas, cestas, peines, de utensilios de señora, niña, de objetos para alimentos…Ahora toca enfrentarse a la realidad:  multitudes de utensilios, vestimentas, objetos…¿Cuántos?
Sigue oliendo a raticida. Hay raticida en las veredas, salidas y entradas de barracones, alambradas para que nadie se escape. Fuera de esta enorme prisión, alejada del horror, entre árboles: la casa del asesino.
Mil, dos mil, tres mil…siete mil diarios pasan por los hornos. ¿Te los imaginas? Imagínate que eres tú, te ha tocado, ¿cómo te introduces por el agujero: metes primero una pierna, las dos o la cabeza..? ¿Quién estuvo allí empujándolos?
Por fuera algunas garitas. Al otro lado, la torre, la más elevada. Se divisan todas las hectáreas donde están, y estuvieron los que faltan, todos los barracones. También desde arriba se percibe el olor a raticida, a orines, a mierdas, a muerte.

Siento decirte, que he tenido un mal sueño y peor camino.        

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