Valle se encaró con el nuevo
poder y tantas cosas hizo que después de aludirle el dictador en una de las
notas oficiosas llamándole «eximio escritor y extravagante ciudadano», se dio
la orden de detenerle.Muy de mañana apareció la policía en su casa. Don Ramón, que casi se acababa de acostar, comenzó a gritar
desde la cama:
—¡Que se vayan! Estas no son horas de detener a nadie...
Los agentes insistieron y entonces don Ramón les gritó:
—Necezito que me traigan un mandamiento judicial, y además yo me levanto más tarde.
Los agentes fueron a pedir nuevas
órdenes y el mandamiento apetecido, volviendo al poco rato con el papel sellado
y con la orden de levantarle, vestirle y llevársele. (Así se llevaron casi en
camisa a Lope y también sin dejarle buscar la capa a don Francisco de Quevedo.) Don Ramón leyó el papel y oyó las órdenes del ministro.
—Bien: por de pronto, yo no me
muevo de la cama... pueden uztedez
venir cuando me levante, y agreguen a ese tiempo laz doz horaz de sueño que me han quitado.
Los policías aguardaron un largo rato y por fin entraron en
la alcoba dispuestos a todo.
—Bueno... Víztanme...
Ya lo ha dicho su jefe.
Los policías comenzaron a ponerle los calcetines, pero
Valle, impaciente, exclamó:
—Bazta, bazta...
Zeguiré viztiéndome yo... Como acto de fuerza ya está bien. (..)
Pronto estuvo vestido, hizo un paquete con libros y muchas
cuartillas, «para escribir el Quijote en la cárcel», y salió para el juzgado. Allí el juez le preguntó formulariamente:
—¿Cómo se llama usted?
—¡Que cómo me llamo yo! —gritó
don Ramón...— ¡Habráse visto insolencia parecida...! El que no sabe cómo se
llama usted soy yo.
Entonces el juez, irritado, no le perdonó ninguna de las
preguntas rituales:
—¿Su profesión?
—Escritor. ¿No lo sabía usted?
—¿Sabe leer y escribir?
—No.
—Me extraña la respuesta —dijo el juez con sorna.
—Pues más me extraña a mí la pregunta... Y ya no voy a
responder más... Mande llamar a sus esbirros y que me den tormento.
El juez sonrió y acortó el acta
mandándole a la cárcel, donde estuvo don Ramón muy pocos días.
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