martes, 22 de enero de 2013

VALLE-INCLÁN



Valle se encaró con el nuevo poder y tantas cosas hizo que después de aludirle el dictador en una de las notas oficiosas llamándole «eximio escritor y extravagante ciudadano», se dio la orden de detenerle.Muy de mañana apareció la policía en su casa. Don Ramón, que casi se acababa de acostar, comenzó a gritar desde la cama:
—¡Que se vayan! Estas no son horas de detener a nadie...
Los agentes insistieron y entonces don Ramón les gritó:
Necezito que me traigan un mandamiento judicial, y además  yo me levanto más tarde.
Los agentes fueron a pedir nuevas órdenes y el mandamiento apetecido, volviendo al poco rato con el papel sellado y con la orden de levantarle, vestirle y llevársele. (Así se llevaron casi en camisa a Lope y también sin dejarle buscar la capa a don Francisco de Quevedo.) Don Ramón leyó el papel y oyó las órdenes del ministro.
—Bien: por de pronto, yo no me muevo de la cama... pueden uztedez venir cuando me levante, y agreguen a ese tiempo laz doz horaz de sueño que me han quitado.
Los policías aguardaron un largo rato y por fin entraron en la alcoba dispuestos a todo.
—Bueno... Víztanme... Ya lo ha dicho su jefe.
Los policías comenzaron a ponerle los calcetines, pero Valle, impaciente, exclamó:
Bazta, bazta... Zeguiré viztiéndome yo... Como acto de fuerza ya está bien. (..)
Pronto estuvo vestido, hizo un paquete con libros y muchas cuartillas, «para escribir el Quijote en la cárcel», y salió para el juzgado. Allí el juez le preguntó formulariamente:
—¿Cómo se llama usted?
—¡Que cómo me llamo yo! —gritó don Ramón...— ¡Habráse visto insolencia parecida...! El que no sabe cómo se llama usted soy yo.
Entonces el juez, irritado, no le perdonó ninguna de las preguntas rituales:
—¿Su profesión?
—Escritor. ¿No lo sabía usted?
—¿Sabe leer y escribir?
—No.
—Me extraña la respuesta —dijo el juez con sorna.
—Pues más me extraña a mí la pregunta... Y ya no voy a responder más... Mande llamar a sus esbirros y que me den tormento.
El juez sonrió y acortó el acta mandándole a la cárcel, donde estuvo don Ramón muy pocos días.

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