Allí donde acaba la ciudad, allí donde el campo empieza a ser ciudad, allí donde la ciudad te aburre y surge la salmodia, los escombros, la adoración de la tarde, la música pasajera, el hip-hop, el dibujo, el grafiti que es el chismorreo,...siempre conservando algo de campo, olvidando la ciudad y volviendo a los orígenes. Ahora el deporte, el balón; ahora la música, el dolor perdido, la añoranza,...
¿Entiendes? El Bronx ya no es el Bronx. El campo se inundó de policías, que, todavía pasan de los zapatos colgados en las alambres y dejan que algunos sobrevivan o no porque sobran en la ciudad.
Fuimos desde Manhattan en un autobús: casi todos los que viajamos eran latinos: peruanos, dominicanos, colombianos,...algunos estaban en España, gente joven cobrando pensiones. El guía también era latino, digo latinos para entendernos, que ellos no tienen nada del latín romano, sino hispano.
El Bronx, normal. Nada especial. Vejez. Algunos grafitis. El Stadium: palo de béisbol. Ver, simular a darle a la pelota. Acercarnos al centro, meternos todos en la misma donde comprar un piscolabis. Allí, se nota, la policía es la dueña.
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