La hierba amarilla del verano tiene unos surcos como si fueran el fruto de la pandemia. El dorado de la avena se mantiene firme hasta granar. Entonces empieza el canto de la cigarra y el bochorno plomizo del mediodía. Me pongo un sombrero de paja - de aquellos que siempre se usaron- para aguantar este fuego. Recibo al electricista, porque siempre hay gente que trabaja, gente que recoge en los campos las sandías, los melones y más adelante el girasol. Ahora, hasta los frutales necesitan agua. Mojarse, refrescarse...Oigo los motores de la trilla retumbar en mis oídos, y noto el sabor de la magarza seca atando mis pies. son momento fugaces del verano.
Y como decía Ferlosio:"El jardín del sol tenía un almendro, junto a la valla, que echaba sus ramas hacia la calle. Los veranos se ponía una cigarra en la corteza de este almendro y cantaba durante toda la siesta. El aire se aplastaba sobre aquel canto y nadie podía ya moverse hasta que la cigarra no se callaba, de tanto como pesaban todas las cosas. Era la cigarra de los bochornos plomizos, cuando se envenenan las sandías"
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