No me llames negacionista, no lo soy.
Si una persona no es propensa a tomar medicamentos, que, si bien es cierto, curan dolencias y pesares, pero también dejan secuelas; ni no es aficionado a revisiones médicas saludables, que le originan el miedo, la falta de conciencia o ciencia, o la creencia de que cuando llegue la hora, ha llegado; escuchar monsergas sobre salud a ignorantes políticos o a científicos políticos, produce sonrojo y verguenza,y sobre todo si estás en tus cabales, desprecio y crítica, independientemente de los hábitos de nuestra sociedad cada vez más dada a los medicamentos, como los niños pequeños en su deseo por las grageas de colores o caramelos, sin olvidar hoy la propaganda mediática de las redes sociales que eliminan cualquier aspecto crítico mostrando imágenes del paraíso soñado, cuando oyes decir: “ Estaba deseando vacunarme”,”He venido a ver si podía vacunarme, pero no me tocaba”; “Me da igual cualquier vacuna”(lo mismo es el jamón que el chorizo”), “Quería vacunarme, para hacer vida normal”, etc.
Pero nadie dice:”Nos tratan como niños que hay que vacunarlos del sarampión”, “Nadie pide responsabilidades a China por el problema que han creado”, “Es una vergüenza que tengamos que vacunarnos con una vacuna que produce trombos y que solo científicamente se experimentó con menores de 50 años”, “Los políticos nos engañan constantemente y las televisiones hacen lo mismo: hoy dicen una cosa y mañana otra”,etc.
Vivimos en una época y tiempo global, es decir, en cualquier lugar –en el globo, la tierra- las noticias son las mismas, los pensamientos parecidos o idénticos, la cultura desaparecida, los filósofos muertos y los científicos, políticos. Así no se puede.¿Hasta cuando, Catilina?
No hay comentarios:
Publicar un comentario