sábado, 20 de junio de 2020

Cotidianidad


Miro las flores y el campo, he olvidado la cuarentena: no me ha servido para nada: ni soy mejor, ni soy peor. No he sufrido una “nueva normalidad”: mi persona ha trajinado por las calles igual que antes, que cuarenta días antes, no me he disfrazado, ni me he revestido de nuevos ropajes, excepto del bozal. A la gente que me encontré la saludé como el día anterior; los otros hicieron lo mismo conmigo. La única diferencia: la gente me hablaba de muertos, de ertes que no han cobrado –la ministra: les voy a explicar qué es un erte…¡qué gracia!-, de trabajo no reanudado, etc.
Lo mejor: dejar de ver televisión, salir a la calle y no ver más: “Aló, Presidente…”; ignorar a los mentirosos de los periodistas, en las mismas  tertulias de siempre con los mismos argumentos de siempre, y a las televisiones que nunca mostraron los féretros del Palacio de Hielo –hasta ahora-¡qué suerte, librarme de ellas!. Lo mejor: salir a la calle abarrotada que implica: dejar de aplaudir y de hacer ruido con la cacerola; dejar de sentir a mi vecina con sus carreras locas por el pasillo a las ocho de la mañana –aunque como ahora ha cogido la costumbre de vez en cuando lo sigue repitiendo-; he casi olvidado aquellos mensajes gubernamentales: “entre todos lo vamos a conseguir, nadie se quedará atrás…”.
Ahora lanzan nuevo mensaje: puede volver un repunte.¡Qué fácil se olvidan aquellos principios de la pandemia, de ese que llaman del doctor Simon:” Esto es como una simple gripe; habrá dos o tres casos (llevamos 50.000 muertos)”Y ni siquiera esos charlatanes de televisión que no han tenido ertes y que cobran un buen sueldo hacen videos, como Cantero de televisión diciendo: “Esos imbéciles que no respetan las normas..”El pueblo se hartó. Quiere cotidianidad, porque algo cotidiano es la vida misma. Vivir es respirar con libertad: sin comeduras de coco de televisiones, sin alós presidente, sin miedo a ser uno mismo.   


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