No hay
peligro que no aceche
la
astucia del poder corrupto
al
hombre entregado, hirsuto
al
tiempo, sin que se aproveche
del
vil engaño que obtuvo
en la
rápida y breve vida
ni poder disfrutar la guarida
del
hogar, quien mujer e hijos tuvo.
Siempre
queda una herida
agria,
del polvo y sudor
diario,
con tropezones al andar
el
camino, y fuerte dolor
en el
alma fría y desabrida
sin
luz, sin hogar, sin paz.
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