Hay pequeños lugares y espacios donde
todavía se puede ser por momentos feliz:
Si uno se sumerge en las entrañas de un libro
nuevo sin esperar nada a cambio;
o si se pasea con calma por una naturaleza
salvaje, una aldea perdida, un campo vacío donde el agua
y el viento agrietan la cara y avivan los pensamientos;
o se charla sin avaricia, sin desdén, con alguien indagando
en su fe interior, todavía se puede ser feliz.
Pero para volver a los orígenes de la juventud, de las vivencias
de la cotidiana existencia, conviene
pasar por alto el barullo de las tertulias periodísticas,
repetición de los simples y tergiversados periódicos,
o las charlas crispadas de las tribunas políticas
sin sustento oratorio,
o las reminiscencias jurídicas para cuadrar sentencias
de ideologías opuestas, entonces
olvídate de acudir a esas fuentes dañinas que
diseminan el pensamiento, increpan
a la furia
y exacerban los ánimos
hasta permitir que olvides que eres hombre.
Mas si no logras abandonar "la actualidad" que te seduce
como a un poseso y te convierte
en víctima de sí mismo,
amargándote el día soleado
o la noche estrellada,
y sabes que no abandonarás,
que te hallarás condenado al ruido
del escaparate
sobre el que ahora gira la vida,
y que aquellos momentos lejanos de ser feliz
serán irrecuperables,
serán como un espejo roto donde constantemente
intentarás averiguar el rostro que se esconde.
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