martes, 8 de julio de 2025

Bocairent


 en el término de Valencia.

No sé quién le mandó, a esas horas de la tarde, aunque no hacía un calor de verano, sino una suave brisa. Era un muchacho, como tantos ahora, altos, modernos, con sus estudios terminados; pero ni por esa!. "Qué queréis conocer del pueblo?, ¿Qué queréis ver? Nadie, de alrededor de unos cincuenta, conocíamos el pueblo, y nos preguntaba qué queríamos ver, por dónde queríamos ir, a esas horas de la tarde. Todos mirábamos, casi desde las afueras del pueblo, una torren artística que sobresalía. Ya le dijimos: "por lo menos queremos llegar hasta ella".Al muchacho le costaba hablar y parecía agotado antes de empezar, como si hubiera estado segando toda la mañana y ahora llegábamos unos mayores con ganas de cachondeo; pero el muchacho -guía turístico-no espabilaba, lo habíamos quitado de su internet y de la charla con sus amigos, y enseguida todos los turistas captamos una pérdida de tiempo irremediable que ya no sabíamos cómo solucionar. El joven a trancas y barrancas empezó a caminar, como diciendo:"maldita hora que me apunté a este trabajo!" Según después nos contó tenía otros dos trabajos, pero aquí, en este trabajo, nada hizo, nada supo hacer, más bien hizo lo que no se debe hacer.

Un pueblo de unos cuatro mil habitantes, como si estuviera construido en un alto, en una roca: con un casco antiguo bastante bien conservado, y algunos elementos que merece la pena ver, pero que se encontraban todos cerrados: Las Cuevas de los moros, la plaza de toros, la iglesia parroquial, el Museo...Solo pudimos desfrutar de sus calles, eso sí en una tienda de bebidas y alimentación nos explicaron  los patés que elaboran, y las bebidas. Por cierto compré un licor hecho con las hierbas del pueblo, no sé si el sabor se ha diluido que acabo de abrirlo y no sabe como el que me dieron de muestra.  Otros compraron ese tipo de comidas o de vinos para quitar un poco el cabreo de la tarde.No pasa nada, así camina España.


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